"Untitled" (Portrait of Ross in L.A.)
"Sin título" (Retrato de Ross en Los Ángeles)
Félix González-Torres (1991)
Vista de instalación Portrait of Ross in L.A., dominio público. |
Por Isaac Correa
La obra de Félix González-Torres (1957-1996) se caracteriza por su gran potencial político, su estética armónica y su representación minimalista. En el caso de "Untitled" (Portrait of Ross in L.A.), hace una declaración potente y hermosa sobre las posibilidades del ser y hace una crítica a las condiciones de vida de la comunidad homosexual.
Esta obra consiste en una serie de dulces envueltos individualmente en papel celofán de colores, que los asistentes pueden agarrar para comer, pero deben ser repuestos durante la exposición. El peso ideal del total de caramelos es de 79 kg (175 lb). La obra se realizó después de la muerte de la pareja de González-Torres en 1991, Ross Laycock.
El primer punto a resaltar es la estética minimalista de González-Torres. Él busca transformar el acto cotidiano en un acto político, lleno de significación y precisamente en la profundidad simbólica de lo común, de lo simple, está mucho de su valor artístico y social. Por otro lado, la relación entre el espectador y la obra de arte, basado en la estética de la recepción, resulta fundamental para que la obra adquiera sentido. Se enriquece de las interacciones que tiene el público con la obra tanto para generar significados diversos y dinámicos, como para que sea un vehículo de la apropiación de esos significados.
En este sentido hablaremos de dos puntos principales. En primer lugar, Félix González-Torres nos acerca de una forma muy hermosa a lo sublime y nos invita a pensar tanto en el amor como en la muerte y las posibilidades de trascendencia.
El primer punto a abordar es la manera en la que representa a la persona. Sin duda la motivación de la obra está muy relacionado con formas de sublimar la pérdida del amor y de su compañero de vida. Sin embargo, la forma de realizarlo y de representar la posibilidad de la permanencia de la vida a través de la restitución de caramelos. Surge entonces la pregunta sobre la forma de continuar con la vida en el recuerdo y en la interacción con el otro. Otro símbolo muy poderoso es la oscilación entre el peso ideal y la realidad de la degradación o la muerte paulatina que se representa a través del consumo de los caramelos, e implica la presencia constante, casi imperceptible pero mortal de una enfermedad como el SIDA.
Siguiendo este mismo punto de la representación de la persona, los colores del celofán de los dulces representan la variedad de sentimientos y experiencias de los espectadores, además de la diversidad que puede existir en un mismo cuerpo. El acto de comer los caramelos adquiere un significado de compartir tu existencia con el otro, aunque también se relaciona con la posibilidad de vivir en el otro. También incluye una profunda reflexión sobre la manera en la que las relaciones humanas se dan y pueden modificar la vida del otro como un acontecimiento histórico inseparable de la existencia y el acontecer en el mundo.
El segundo punto de análisis es la forma en la que el cuerpo se convierte en un espacio político de confrontación en la obra de arte. La representación del cuerpo de la que hablamos, se convierte en una discusión extra-estética sobre la inclusión y la diversidad, en particular para los homosexuales. Haciendo una mayor extensión de los elementos de colores en los dulces, también puede hacerse un símil con la bandera de la comunidad LGBTTTI+ y el reconocimiento de esa diversidad. También hay una discusión sobre la homeostasis que existe al momento de ingerir uno de los dulces y la degradación con la enfermedad como el SIDA, si entendemos la salud como la búsqueda de ese equilibrio homeostático. Por otro lado, también está la forma de entender la existencia y la personalidad como el acontecer en el mundo y la libertad de vivir, buscando la existencia después de la muerte, extender el potencial de vida en la trascendencia en el otro, en su lucha constante contra el olvido.
El primer punto a resaltar es la estética minimalista de González-Torres. Él busca transformar el acto cotidiano en un acto político, lleno de significación y precisamente en la profundidad simbólica de lo común, de lo simple, está mucho de su valor artístico y social. Por otro lado, la relación entre el espectador y la obra de arte, basado en la estética de la recepción, resulta fundamental para que la obra adquiera sentido. Se enriquece de las interacciones que tiene el público con la obra tanto para generar significados diversos y dinámicos, como para que sea un vehículo de la apropiación de esos significados.
En este sentido hablaremos de dos puntos principales. En primer lugar, Félix González-Torres nos acerca de una forma muy hermosa a lo sublime y nos invita a pensar tanto en el amor como en la muerte y las posibilidades de trascendencia.
El primer punto a abordar es la manera en la que representa a la persona. Sin duda la motivación de la obra está muy relacionado con formas de sublimar la pérdida del amor y de su compañero de vida. Sin embargo, la forma de realizarlo y de representar la posibilidad de la permanencia de la vida a través de la restitución de caramelos. Surge entonces la pregunta sobre la forma de continuar con la vida en el recuerdo y en la interacción con el otro. Otro símbolo muy poderoso es la oscilación entre el peso ideal y la realidad de la degradación o la muerte paulatina que se representa a través del consumo de los caramelos, e implica la presencia constante, casi imperceptible pero mortal de una enfermedad como el SIDA.
Siguiendo este mismo punto de la representación de la persona, los colores del celofán de los dulces representan la variedad de sentimientos y experiencias de los espectadores, además de la diversidad que puede existir en un mismo cuerpo. El acto de comer los caramelos adquiere un significado de compartir tu existencia con el otro, aunque también se relaciona con la posibilidad de vivir en el otro. También incluye una profunda reflexión sobre la manera en la que las relaciones humanas se dan y pueden modificar la vida del otro como un acontecimiento histórico inseparable de la existencia y el acontecer en el mundo.
El segundo punto de análisis es la forma en la que el cuerpo se convierte en un espacio político de confrontación en la obra de arte. La representación del cuerpo de la que hablamos, se convierte en una discusión extra-estética sobre la inclusión y la diversidad, en particular para los homosexuales. Haciendo una mayor extensión de los elementos de colores en los dulces, también puede hacerse un símil con la bandera de la comunidad LGBTTTI+ y el reconocimiento de esa diversidad. También hay una discusión sobre la homeostasis que existe al momento de ingerir uno de los dulces y la degradación con la enfermedad como el SIDA, si entendemos la salud como la búsqueda de ese equilibrio homeostático. Por otro lado, también está la forma de entender la existencia y la personalidad como el acontecer en el mundo y la libertad de vivir, buscando la existencia después de la muerte, extender el potencial de vida en la trascendencia en el otro, en su lucha constante contra el olvido.