martes, 17 de noviembre de 2015

Presencia III, Fernando García Ponce, 1973

Presencia III

Fernando García Ponce (1973)

Fotografía de "Presencia III" de Fernando García Ponce en el Museo de Bellas Artes
 
Por Isaac Correa
 

En esta obra, Fernando García Ponce, quien es parte de la llamada "Generación de la ruptura" en México, despliega con gran maestría las contradicciones de formas y colores trascendiendo la manera en la que se establecen los planos dentro de la obra, en constate diálogo con corrientes como el cubismo analítico, la pureza de las formas derivada del suprematismo y la abstracción desde el punto de vista racional. 

La primera reacción y el sentimiento estético que prevalece en la obra es sobre la belleza gracias a la intensidad del color y a la extraordinaria tensión que logra el artista tanto gestálica como cromáticamente. Sin embargo, cabe recalcar que este sentimiento de belleza es casi completamente racional, ya que la abstracción del mismo cuadro utiliza los espacios como catalizadores para ser recibidos directamente por el ser humano capaz de entender la misma composición. 

En cuestiones artísticas, cabe recalcar dos elementos principales: el color y la forma. Hablando del color, podemos notar la presencia del blanco, que simboliza el vacío y las posibilidades de creación del lienzo. Pero también notamos que el blanco no sólo es el color mismo del lienzo, sino que es la afirmación misma de ese vacío al ser intencionalmente pintadas. En este sentido, el color se encuentra siempre en una contraposición entre el blanco, negro (y sus combinaciones hacia el gris) y el rojo. En la primera contraposición con el color negro, parecería establecer una dialéctica pura y le da profundidad al producto artístico, y en la segunda contraposición principal, que además es protagónica en la obra, es entre el blanco y el rojo, con su intensidad y la gran capacidad expresiva del cuadro. 

Estas contraposiciones de color se acentúan gracias a la delimitación clara de los bordes en las figuras. Esto nos hace analizar la manera en la que los planos y la perspectiva se abordan dentro de la obra, ya que cuenta con una gran profundidad derivada de las diagonales y las figuras rectas en blanco y gris a lo largo de la obra. El uso de la línea recta en esta obra brinda dramatismo y profundidad, pero dentro de la abstracción y con la herencia del cubismo. Sin embargo, la composición basada en las líneas rectas entra en una tensión constante en todo el cuadro, pero que resulta más notoria en el cuadrante inferior izquierdo del cuadro a partir de las líneas curvas que acercan no sólo la distancia y el espacio existente entre las formas, sino también el tiempo representado de manera visual que se incrementa con la manera en la que se articulan las aristas de las formas sobre todo en el centro y centro-derecha del cuadro. Esto de nuevo arropa a la obra en una contraposición entre lo liviano y lo sólido, lo profundo, como una sensación estética cuyo vehículo son las formas y los colores. 

Esto sin duda complementa y logra establecer al cuadro como una realidad creada más allá de la realidad natural. Es decir, más que aceptar el mundo de una manera determinada que establece la forma en la que el Ser Humano está en contacto con la realidad, se centra en la manera en la que el artista, como un símbolo de la humanidad, puede establecer una nueva creación desde su particularidad y subjetividad. Incluso, García Ponce, procura crear esta nueva realidad como una "realidad última", que sea la cumbre de la creación humana ante la necesidad de encontrar una identidad y cargar de significado nuestra existencia debido ya no sólo al rompimiento por parte de la Modernidad ante el determinismo epistemológico previo de la Edad Media, sino también por el rompimiento con las grandes ideologías de la modernidad y el cuestionamiento "posmoderno" sobre la vida contemporánea (desde los años 70). 

"Presencia III" de Fernando García Ponce estará expuesta en el Museo Nacional de Arte en la Ciudad de México en el marco de la exposición "Los Modernos" hasta el 3 de abril de 2016. 

jueves, 29 de octubre de 2015

Rojo puro, amarillo puro, azul puro; Alexander Rodchenko, 1921

Rojo puro, amarillo puro, azul puro

Alexander Rodchenko (1921)

Imagen de "Rojo puro, amarillo puro, azul puro" de Alexander Rodchenko (dominio público)
Por Isaac Correa

Alexánder Rodchenko, como muchos de los artistas de la vanguardia rusa, incursionó en diversos ámbitos que incluyeron el diseño publicitario, el diseño para portadas de libros, la escultura y la pintura. En este caso, la obra de "Rojo puro, amarillo puro, azul puro" es un tríptico de 1921 que se da en un momento interesante de reflexión y creación artística en torno a la teoría del color que influyó en gran medida en los estudios de la Bauhaus. 

En este sentido, el elemento artístico de la pintura es un medio para intentar extraer la esencia de los colores de los objetos. Su pureza, su unicidad, su ser por sí mismo y su objetividad en el mundo. Sin embargo, no debemos reducir esta búsqueda por la objetividad en el color a pensar en una experiencia única para todos los consumidores de la obra. Al contrario, considero que uno de los principales elementos estéticos de la misma obra es exacerbar la potencialidad del color para lograr la experiencia sensible en el ser humano desde su subjetividad y su particularidad vital. 

Además, esta experiencia visual en la búsqueda de la pureza de los colores, pretende encontrar el origen de nuestra capacidad sensitiva visual. En este sentido, cobra una mayor relevancia ya que no sólo implica una cuestión decorativa, sino implica entender el punto de partida para nuestra imaginación y concepción del mundo. Esto, a su vez, determina en gran medida la forma en la que visualizamos y planteamos las posibilidades de conformar nuestros espacios. 

Es una intrépida búsqueda por lo absoluto, y en cierto sentido, por lo unívoco, lo universal, el sentido y el significado originario de los elementos que constituyen al mundo. Cabe también destacar que en la experiencia del espectador, partiendo de que los colores existen por medio de la luz, la museografía puede jugar un papel fundamental. En el caso de la forma de presentar la obra en Bellas Artes, además de brindarle un espacio central y hacer una referencia contextual al cuadro blanco sobre fondo blanco de Malevich, la luz obliga al color a trascender el marco y la delimitación del lienzo para mezclarse en los espacios intermedios del tríptico: genera nuevas potencialidades para la sensibilidad del espectador capaz de encontrar y percibirlo. 

La obra es exibida actualmente en el Museo del Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México, en la exposición "La Vanguardia Rusa" y podrá ser visitada hasta el 31 de enero de 2016. 

Cuadro negro, Kázmir Malévich, 1915

Cuadro negro

Kázmir Malévich (1915)

Imagen de "Cuadro negro" de Kázmir Malévich (dominio público)

Por Isaac Correa
 
El "Cuadro negro" de Malévich es quizá una de las obras más representativas del movimiento suprematista de la vanguardia rusa. En este sentido, la obra busca lograr entablar una comunicación con el espectador que trascienda los movimientos políticos, sociales o cualquier otro tipo de fenómeno histórico, para hablar directamente del espíritu y la esencia de la existencia misma del Ser. Recuperar el valor del arte por sí mismo y lograr que trascienda los contextos y las coyunturas temporales. 

Este cuadro habla sobre la existencia en el vacío, y debemos entender el significado artístico de sus elementos gestálicos y cromáticos. El uso del cuadrado no es casual, sino responde a la búsqueda de lo fundamental, de la esencia, para recobrar los cuestionamientos ontológicos del Ser Humano desde su origen. En el espacio blanco (casi) cuadrado se manifiesta el cuadro negro. Es una interrupción abrupta de la nada, representado por el color blanco. Las pinceladas un poco descuidadas y la manera en la que se empasta el óleo, contrastan con los bordes perfectamente delineados del cuadro negro. Sin embargo, genera la ilusión de expansión, desdibujando los bordes del cuadro negro para hacerlo ver más grande, en un ligero movimiento que lo agranda. 

Por otro lado, en la búsqueda de lo sublime, se puede entablar un diálogo emotivo y me atrevería a decir que incluso en un nivel espiritual con la obra. La confrontación entre el vacío y la existencia, la ilusión de crecimiento, de plenitud, contra el irremediable reconocimiento de sus límites dentro de la naturaleza física de la obra, hacen que el observador reviva su propia reflexión sobre las contradicciones internas que implica su vida, su espiritualidad y su ser dentro del mundo. 

Además, en el marco de la exposición de "La Vanguardia Rusa" en el Museo del Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, un elemento importante a resaltar es la museografía, ya que la obra fue colocada en una de las esquinas del recinto, y en un espacio elevado. Esto resalta la obra misma y sus figuras, además de implicar que el observador tome cierta distancia para poder apreciarla correctamente. La obra podrá ser visitada en el marco de esta exposición hasta el 31 de enero de 2016. 

martes, 27 de octubre de 2015

La diferencia es que esto no se va a quitar, Santiago Muedano, 2015


La diferencia es que esto no se va a quitar

Santiago Muedano (2015)

Fotografía de serie "La diferencia es que esto no se va a quitar" de Santiago Muedano en Universidad Iberoamericana

Por Isaac Correa
 
Esta pintura de Santiago Muedano se expuso en el marco de la exposición "Antropometrías: Diálogos entre el cuerpo y el arte" en la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México. 

En primer lugar, esta serie de pinturas genera una sensación estética de desagrado, repulsión y hasta temor, dentro de la categoría estética de lo grotesco. Los colores verdosos y amarillentos sobre un fondo beige discontinuo, contrastados en momentos con otros colores más oscuros entre la gama de lo violeta y lo rojo, resultan agresivos para la vista del espectador. Tan agresivos como la representación misma de los hematomas en diferentes tiempos después de haber recibido un golpe. 

En este sentido, Muedano recupera la capacidad artística del cuerpo humano, transformando lo perecedero de un golpe que eventualmente se desvanece en la piel, en algo perenne. Al mismo tiempo, requiere que el espectador traiga a un momento presente los recuerdos de golpes que ha experimentado o que ha visto en otras personas. Esta relación en el espectador entre la experiencia y el símbolo proairético de los golpes, que llevan a pensar en el círculo violento y generan un significado distinto para el agresor, en la víctima y en el espectador. 

Aquí es importante recalcar que a pesar de la representación de los golpes a través de contrastes en los colores, los contornos y las texturas dentro de la misma pintura, demuestran la habilidad técnica del artista. Por otro lado, la multiplicidad de representaciones simultáneas, que a la vez son signos diversos que se unen en un mismo significado, sirve como excelente punto de partida para establecer el concepto y la denuncia del fenómeno de la violencia en diversas facetas. Siguiendo la tendencia artística contemporánea, se identifica la complementariedad entre el concepto y la práctica y entre la búsqueda de universalidad del artista y los diferentes significados particulares de los receptores. 

Finalmente, resaltamos la recuperación de la corporalidad en su potencialidad expresiva y artística como una cualidad inherente de la obra, que aporta al discurso curatorial de la exposición, pero que es particularmente efectivo desde el punto de vista de la estética de la recepción.